No odies, medita

Mi remera favorita para estar entrecasa dice: No odies, medita. PERO meditamos para estar centradas en nosotras mismas y enojarnos con lo que nos tenemos que enojar, cuando nos tenemos que enojar. Meditamos para darle lugar al enojo. Para que no se convierta en un río subterráneo de odio.

¿Qué enojo tenés que no lo aguantás en el cuerpo? ¿Qué pide a gritos salir? ¿Qué te está pidiendo? ¿Qué necesidad te está remarcando? El enojo es una forma de límite, de hasta acá. ¿Qué límite no estás poniendo?

Estamos hablando de enojos que conectan con dolores y miedos profundos, ancestrales. Entonces: ¿qué límite podés poner hoy por todas tus ancestras? Ese límite de verdad, que implica detener pulsiones. Tal vez sea necesario un fuego gigante, pero que permita un avance sin precedentes.

¿Qué hacemos con el enojo y el dolor que se viene acumulando hace siglos en nuestros cuerpos? Escuchar y expresar esos enojos que van más allá de vos. Ese que decís: lo tengo en el cuerpo desde hace cuatro vidas. Que no tiene mucho sentido, que es incómodo, que vuelve y vuelve insoportablemente. ¿De dónde viene? ¿Con qué se te activa? ¿Qué te pide hacer? ¿Qué te impide hacer?

En estos estados de confusión nos invito a escribir. A escribir enojadas, con dolor y sin vergüenza. La escritura nos permite escucharnos en un ritmo más lento e ir ordenando las sensaciones y emociones. Nos permite bajar esa información y calmar los pensamientos.

Es en la hoja en donde podemos expresarnos sin miedo al juicio. Ahí estás vos con vos misma, nadie más. Después podés quemarlo si lo necesitás. Pero sacarlo de tu sistema es un primer paso para poder transformar ese enojo/dolor.

Escribir, reconocer el estado y darle nombre, nos permite empezar a hacernos cargo de él. Nos permite salir del aislamiento y del monólogo de nuestra mente. Nos permite reconocer que tenemos diferentes estados y voces adentro. ¿Cuál me comanda hoy? ¿A cuál le voy a dar fuerza?

No odies. Meditá para expresarte y accionar con asertividad.

Con amor, 

Emi.